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‘Carnivàle’, una joya
En estos días estoy viendo Carnivàle, una serie cancelada después de su segunda temporada porque los elevados costes de producción no iban acompañados del interés de la audiencia. Empieza a ser patológica mi afición por las series inconclusas pero qué le voy a hacer, si algo me gusta no me importa que se haya quedado a medias. Total, hay grandes series con finales mediocres así que una gran serie sin final quizá no sea lo peor que nos puede pasar.
El caso es que he visto sólo siete episodios de la primera temporada y estoy totalmente hechizada. La serie desprende un halo de fascinación que me resulta imposible evitar siempre y cuando, eso sí, nos gusten las historias dramáticas con tintes metafísicos, religiosos y demás.
Hay algo en Carnivàle difícil de definir, una oscuridad permanente que se agazapa en cada episodio y que resulta amenazante. Los personajes tienen todos una dualidad muy marcada, un secreto que va más allá de lo que nos cuentan, una intrahistoria que se presume terrible. Y no es para menos: en el contexto de la Gran Depresión en Estados Unidos con la miseria como bandera, un grupo de feriantes al más puro estilo Tod Browning y, por otro lado, un sacerdote que busca a Dios, recorren el país buscando respuestas, huyendo de sí mismos, luchando contra lo que son, enfrentándose al bien y al mal. Es ciertamente inquietante, muchas veces desagradable y con un trasfondo enorme de crítica social.
En cada secuencia se masca la tragedia, el sabor a tierra en la boca es inmediato, cada personaje vale más por lo que calla que por lo que cuenta, los destinos están unidos de forma inevitable, el cataclismo se deja sentir en cada plano, la frontera entre la vida y la muerte es tan fina que se salta de un lado a otro continuamente. Efectivamente, da tanto «yuyu» como parece, o más, pero a pesar de eso necesito seguir viéndola porque quiero saber hacia dónde van, qué verdad asumirán, qué decisiones tomarán.
Yo, que soy sensible por naturaleza, la estoy viendo por las tardes (si viese Carnivàle por la noche no podría pegar ojo), así que tengo la sensación de que me estoy perdiendo algo de la experiencia, pero mejor es eso que nada. Si no la habéis visto os la recomiendo encarecidamente (qué palabra tan generosa), y si la habéis visto me gustaría saber si al final decepciona (sin spoilers, por favor).
‘Modern family’, recomendable al cien por cien
Modern family es una comedia de las buenas y no lo digo sólo porque haya sido un éxito en Estados Unidos (eso muchas veces no es indicativo de nada), lo digo porque la serie tiene todos los ingredientes de las comedias que más me gustan. Hoy Neox estrena la serie a las diez de la noche así que si tenéis un rato y no la habéis visto os recomiendo que le echéis un vistazo porque os sorprenderá gratamente.
Para empezar, es un falso documental (mockumentary), como lo es por ejemplo The Office. Con esto se gana en dinamismo gracias a la cámara al hombro y en profundidad en las historias porque permite ver otros puntos de vista y capturar momentos que en una ficción convencional no tendrían cabida. Aprovechan así para que sean los propios personajes los que explican cosas a la cámara. Esos momentos de parejas hablándole al espectador me recuerdan a Cuando Harry encontró a Sally o a aquellas primeras temporadas de Sexo en Nueva York. Es un recurso que me gusta especialmente porque se salta la cuarta pared de una forma natural, transgrediendo así los límites imaginarios del género y aprovechando lo mejor de la ficción y lo mejor del documental.
No es una serie con un humor tan negro como el de The Office y en ese sentido es más digerible para el público en general. Las historias familiares de esta pandilla de tarados llevan al extremo el tópico de las familias mal avenidas pero sin llegar al egoísmo galopante de Arrested development. En Modern family hay a menudo un final feliz en cada episodio pero eso no empaña el excelente y surrealista desarrollo de las historias marcado por unos personajes excelentemente perfilados que son víctimas de sus propias circunstancias. Es decir, que tienen problemas comunes y es fácil reconocer a alguien en cada uno de los personajes, pero su manera de solventar los conflictos es sistemáticamente equivocada. De entre todas las opciones siempre eligen la peor y ésa es precisamente la base de la hilarante comedia. Todos nadan a contracorriente, cada uno a su nivel, y aunque al final aparezcan a menudo los demás para solventar el embolado es inevitable la sensación de que se ha dado un paso más hacia el desmadre. Una mala decisión, aunque termine sin tener consecuencias catastróficas, siempre es una mala decisión y su poso permanece agazapado como una amenaza.
No puedo quedarme con un personaje porque cada uno de ellos sólo se entiende si está vinculado a los demás. En este sentido tengo la sensación de que todos son para los demás algo así como la única opción posible. Hay vínculos familiares, claro, pero las parejas parece que son fruto de una elección poco conveniente en todos los casos, lo que ha generado el caos global en el que viven. Que sí, que se quieren, pero parece que es porque tampoco tienen más remedio.
Qué le voy a hacer. Siento debilidad por los personajes extraviados que tienen en la equivocación su forma de hacer las cosas. Me gustan las tramas, sencillas en su planteamiento y surrealistas en su desarrollo, con cotas de empeoramiento paulatino. Las interpretaciones son de diez. El ritmo es frenético. En conjunto, la comedia agridulce me ha sacado más de una carcajada y también se me han puesto los ojos como platos más de una vez porque no deja de sorprenderme que haya series americanas destinadas al gran público que se permitan hacer determinadas parodias (un prejuicio por mi parte, lo sé). Si no la habéis visto, tenéis que disfrutarla. Espero que os guste.
Mis cabeceras favoritas
Qué difícil es hacer una selección de cabeceras favoritas de series y no quedarse sólo en las recientes. Actualmente hay muchas cabeceras donde elegir pero yo voy a tirar del componente emocional y voy a compartir algunas de las que más me han gustado a lo largo de todo este tiempo y por diferentes motivos.
- Superagente 86 (1965). Para qué negarlo, el éxito de esta cabecera para mí está en su carácter narrativo y, por supuesto, en la música. Un recuerdo mítico sin lugar a dudas que conocemos la mayoría de nosotros. Adoro a Steve Carell pero la película que se hizo recientemente me pareció muy poca cosa.
- Heidi (1974). Qué puedo decir de la cabecera de Heidi. Obviamente la sintonía se hizo muy popular pero lo que a mí me gustaba de la cabecera era que transmitía perfectamente el carácter soñador y optimista del personaje. Era muy surrealista para la época porque ya me diréis qué pinta un columpio colgado del cielo, pero precisamente por eso cautivó a tanta gente.
- El hombre y la tierra (1975 – 1980). El dinamismo de la música y el montaje de las imágenes me aceleraba el corazón. La aventura comenzaba en la propia cabecera que, en su minuto y poco de duración, recogía un día entero en la naturaleza, siempre acompañados por Félix Rodríguez de la Fuente. El responsable de la sintonía fue Antón García Abril, a quien también le debemos la música de las cabeceras de Anillos de oro o Brigada Central, entre otras.
- Sigue soñando (1990- 1996). Esta cabecera me tenía subyugada porque me sentía identificada con esa vida de infancia pegada a la tele. La serie en sí me gustaba mucho y eso de que intercalase imágenes de clásicos de la tele que ayudaban al personaje en sus reflexiones me parecía un puntazo.
- Tan muertos como yo (2003). Ésta la escojo por su carácter narrativo y por el humor negro con el que pone en antecedentes antes de ver la serie. Tristemente cancelada antes de tiempo, cuenta la historia de un grupo de muertos que tienen que llevar a cabo una tarea antes de pasar al siguiente nivel y que conviven con los vivos.
- Dexter (2006). Esta cabecera tiene nombre propio, se llama «Rutina matinal» y me parece una obra maestra. En esta secuencia los gestos cotidianos son símbolos del proceder del personaje, un asesino en serie. Si habéis visto la serie sabéis de qué hablo. Creo que es una excelente presentación del personaje. De esta cabecera hay quien interpreta que tiene hasta referencias a Nietzsche, ha tenido muchas parodias y un premio Emy en 2007.
Como veis he intentado ser ecléctica y poner un poco de todo, eso me ha llevado a dejarme grandes cabeceras sin mencionar pero me ha servido para punzar un poco mi nostalgia, que nunca viene mal. Como siempre, espero vuestras aportaciones en los comentarios. Vale todo así que no seáis tímidos.
Madre no hay más que una
Lo sabemos, lo sabemos, nuestras madres son sagradas, y más si las comparamos con algunas de las madres de las series. ¿Acaso los personajes de ficción no hacen muchas veces buenos a las personas que nos rodean? ¿Nunca habéis pensado, viendo una serie, que dais gracias por tener la madre que tenéis? Y mira que nos quejamos de ellas, pero es que hay ciertos ejemplos que tienen la habilidad de dejarnos con la boca abierta. Aquí van los míos.
Tara (United States of Tara). Adoro a Toni Collette, qué le voy a hacer, y su personaje de Tara me parece unos de los grandes personajes de todos los tiempos. La comedia negra ayuda, claro, pero no hay que restarle mérito al guión, que consigue que una mujer con personalidad múltiple y complejos traumas ocultos luche denodadamente por ser una buena madre y, más aún, lo consiga.
Ruth Fisher (A dos metros bajo tierra). Una mujer como ésta merece estar en un altar. Sus conflictos emocionales son el patrón típico de la frustración actual: una mujer que lo tiene todo menos el amor de sus hijos y que lucha por conseguirlo llegando a unos extremos lamentables. Lo que siempre me ha gustado de ella es su vida interior y sus ansias desmedidas por ser feliz.
Lois (Malcolm). Si algo se puede decir de Lois es que es fuerte, o aparenta serlo. Tiene que lidiar con cuatro hijos que son verdaderos demonios, con un marido pusilánime y con una madre endemoniada. Todo lo que haga Lois está justificado por sus circunstancias y sus mejores momentos son cuando explota pero de verdad. No obstante al final siempre termina haciendo lo conveniente, por muy raro que sea, y es que tiene un corazón enorme.
Lorelai y Emily Gilmore (Las chicas Gilmore). Qué decir de esta pareja. Emily es una señora muy rica, tradicional, que ha tenido la mala suerte de tener una hija descarriada cuya vida es un desastre. El pulso es constante. Lorelai tiene una hija, Rory, con la que no quiere repetir los errores que cometió su madre con ella y la trata como si fuera su mejor amiga. Emily interfiere constantemente en la vida de Lorelai para intentar encarrilarla y Lorelai se rebela constantemente como si fuera una adolescente. Uno de los conflictos más tiernos que he visto en mucho tiempo. Sí, soy una ñoña.
Mercedes Alcántara y Herminia (Cuéntame cómo pasó). De la tele nacional podría haber escogido a muchas madres pero he elegido a estas por dos razones: porque son totalmente opuestas a las anteriores y porque representan un modelo de familia tradicionalista, muy lejano al actual, y me choca que este tipo de enfoques sigan teniendo tanto éxito. Herminia es la abuela prototípica y Mercedes una madre coraje que se adapta a los nuevos roles sin descuidar su papel. Dos luchadoras que se acompañan y que gustan mucha a los espectadores.
Estelle Constanza (Seinfeld). De esta serie podría haber escogido a cualquiera pero Estelle tiene todos mis respetos porque es una friki de mucho cuidado que vive como si no lo fuera, porque no entiende a su hijo y no lo esconde, y porque sea como sea la realidad, nunca le supera.
Claro, hay muchas más madres en la ficción que podrían servirnos de ejemplo pero para eso tenéis los comentarios. Podéis publicar los vídeos que queráis pegando la URL de YouTube al final del texto que escribáis así todos podremos reírnos o sobrecogernos con esas madres de series. Eso sí, no olvidéis que la realidad siempre supera la ficción así que estad atentos.
Animación y realidad, una extraña combinación
Desde siempre me han gustado las series que mezclaban animación y realidad porque me parecían alucinantes. Ya de mayor he comprendido que el producto no es complicado de hacer pero de aquella admiración infantil surge hoy esta entrada. Gracias a ella he podido recordar algunas de mis series favoritas y, de paso, he encontrado un par de rarezas que no conocía. A ver qué os parece.
Las comedias de Alicia (1923-1927, Walt Disney). No se pueden considerar tele, lo sé. Pero son una colección de cuarenta y un cortometrajes en los que se mezclan animación y realidad, siendo un precedente importante del género y uno de los primeros escalones en la carrera de Disney. Os dejo uno para que le echéis un vistazo, pero en YouTube podéis verlos todos si tenéis curiosidad.
Clutch Cargo (1959). Esto es una rareza que yo no conocía pero de la que he encontrado sobrada información aquí. Según cuentan, inventaron el asunto de poner bocas reales a los dibujos para ahorrar costes y el resultado, visto ahora, es extraño, muy raro, y de un poco de «cosica». El sistema se llamó «Syncro Vox» y, como podéis ver en el vídeo, animación en sentido estricto había poca y el resultado es un poco pobre.
Pumuki (1982). Empezó como un personaje de radionovela en Alemania pero la serie, una de las primeras en mezclar animación y realidad, tuvo éxito en toda Europa. El duende era un puñetero, como sólo podían serlo los personajes que nos llegaba de aquella parte de Europa, y me caía fatal, pero le guardo un rincón nostálgico en mi corazón y soy capaz, a día de hoy, de cantar entera la cancioncita de la intro de la serie.
Fraggle Rock (1983). Jim Henson montó una serie muy completa. La mayoría de los personajes eran marionetas, como recordaréis, pero las historias del tío Matt, el viajero, eran en entornos reales, y Doc, el inventor que tiraba las postales de Matt a la papelera era un actor cuyo perro marioneta, Sprocket, ve a Gobo cada vez que se adentra en el taller a recuperar las postales e intenta que Doc lo vea. Al final de la serie, Doc conoce a los Fraggle y se hacen amigos.
Lizzie McGuire (2001). Sí, esta serie ya me pilló mayorcita pero sabéis que nunca he dejado de ver series infantiles o juveniles si me gustaban, y esta me gustaba mucho. Era divertida, con un humor bastante negro y con unas situaciones paródicas sobre la adolescencia protagonizadas por la pandilla de frikis protagonistas. La serie es eminentemente real, pero Lizzie tiene un dibujo animado que viene a ser como su conciencia y que aparece siempre para ayudarle. La serie sirvió de plataforma a Hilary Duff.
No me diréis que no se han hecho combinaciones extrañas. El cine, eso sí, da más jugo, pero en la tele se han probado cosas interesantes y con bastante éxito. ¿Me he dejado alguna serie de la tele que mezclase animación y realidad? Podéis ponerla en los comentarios pero no quiero cerrar la entrada sin recordar a Jessica Rabbit y su gran frase: «No soy mala, es que me dibujaron así».
Que dejen ‘FlashForward’ en paz
Han empezado los rumores acerca de una posible salvación de FlashForward y yo me pregunto: ¿para qué? Esto de resucitar a los muertos me da mal rollo, aunque se trate sólo de una serie. Que sí, acepto que hay gente para todo y que todos tenemos derecho a pedir que vuelva nuestra serie favorita. Que todos nos llevamos chascos de los gordos cuando una serie que nos gusta se va por la puerta de atrás. En mi caso nunca entenderé las cancelaciones de Arrested development y Tan muertos como yo, por poner dos ejemplos, pero jamás me grabaría como el señor de arriba, cantando un rap armada de unas gafas de pasta. De todo hay en la viña del señor.
El caso es que más allá de las peticiones de los fans, parece que el canal Starz ha recogido el guante y podría estar plateándose seriamente hacer una segunda temporada de la serie. Ellos tienen en propiedad a Joseph Fiennes (el agente Mark Benford que protagoniza la serie), así que podría ser que estuviesen sondeando el mercado. Pero qué sondeo van a hacer. Tendrían que encontrar disponibles al resto de actores, al equipo técnico y artístico o, por lo menos, conseguir una historia que más o menos empezase donde lo dejaron en el final de la primera temporada.
Esto último no sería difícil, la verdad, porque fue un final bastante abierto que daba la posibilidad de asumir un salto temporal importante con lo que tendríamos, si esto llega a materializarse, un salto de tiburón de los gordos. No les queda otra opción, darle a FlashForward una vuelta de tuerca de ciento ochenta grados pero, entonces, ¿seguiría siendo la misma serie? ¿Los fans aceptarían pulpo (por mucho que se llamase Paul), como animal de compañía?
Yo, de verdad, pienso que FlashForward no tiene arreglo, a no ser que montasen una comedia musical o algo muy radicalmente distinto porque seguir como iba la cosa me parece una pérdida de tiempo. ¿Más desvanecimientos? ¿Mas personajes martirizados por la certeza de su futuro? ¿Mark Benford más traumatizado todavía? Qué queréis que os diga, me da pereza sólo de pensarlo. Está muy bien eso de hacerle caso a los fans para quedar de lujo pero se arriesgan a pegarse el batacazo padre y no hay necesidad, de verdad que no. Estas fiebres se terminan pasando y estos movimientos tienen un eco limitado por la aparición de otra serie. Chico, que hagan unos episodios web y todos tan contentos pero que dejen la serie en sí tranquila porque hay muertos que ya no hay quien los resucite.








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