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20-N, arranca la ficción
Parece que se haya establecido como época propicia para la ficción todo lo que ocurrió después de la muerte de Franco y parece que en este país no haya otra época histórica reseñable para inspirar series. Está claro que la Transición es la época más barata de producción porque no hace falta hacer una serie de época para recrear el momento y, al mismo tiempo, es un momento histórico clave, cercano y con mucha injundia.
Era raro ver anoche, en la publicidad de Física o Química, los cortes promocionando la miniserie 20-N, los últimos días de Franco que Antena 3 estrenará, cómo no, el jueves. Fichados, la adaptación de Alguna pregunta més?, también se estrena el jueves, que a nadie se le olvide. Me gustaría saber qué pensó el público adolescente de la serie de los lunes de esa otra serie con pinta de tostón que anunciaban para el jueves. Si alguien tiene alguna idea que lo plasme por aquí debajo.
Antena 3 estrenó también ayer Generación d.F., que no me gustó nada, y la adaptación que preparan de Life on Mars también será en la Transición y se llamará La chica de ayer, como la canción. Life on Mars, adaptación de una serie británica, es una historia de un policía que de repente se despierta en otro tiempo, aquí nos ha tocado el único otro tiempo que parece que exista.
Ya sabemos que ha habido otros experimentos similares antes que nos colocan en los últimos días de Franco, en la movida y demás. De todos, el único que ha funcionado bien es Cuéntame, y porque ya tenía la carrera hecha. Así que ya lo sabéis, vamos a revivir la muerte de Franco una y otra vez, una y otra vez, hasta que las audiencias digan basta y tengan que cambiar el chip.
Con lo bonito que fueron el Mundial ’82 o Barcelona ’92. ¿Qué tal la historia de un voluntario de las Olimpiadas? Voy a registrar la idea pero ya.
Los mejores años, nostalgia para Telecinco
El vídeo de arriba es de I migliori anni, el programa italiano en el que Telecinco ha basado su nuevo concurso titulado Los mejores años, más nostalgia televisiva después de los recientes intentos de Yo estuve allí (La 1) o Petas Zetas (Antena 3). A diferencia de estas dos propuestas, el concurso de Telecinco será un show con todas las letras que aspira a convertirse en el programa estrella de la cadena a partir del año que viene.
Jesús Vázquez será el presentador, que anda de capa caída después de que su Allá tú no haya podido recuperar el espacio que le dejó a Pasapalabra y que se había quedado sin programa después de que retrasasen hasta la primavera la próxima edición de Supervivientes. El presentador estará en su salsa porque en Los mejores años estará rodeado de triunfitos de todas las ediciones. A ver si consiguen que de una vez por todas alguno venda, por lo menos, un politono.
El programa, si es fiel a la versión italiana, recupera el espíritu de los programas espectáculo que triunfaron hace unos años en la tele patria y de los que José Luis Moreno fue máximo exponente, con permiso de Sorpresa, sorpresa, El gran juego de la Oca o VIP noche, por ejemplo. En este caso la nostalgia será el hilo conductor de un programa que tendrá de todo: concurso, actuaciones, testimonios de protagonistas de acontecimientos de los últimos cincuenta años, señoritas cañón y, esto es lo que ha llamado más mi atención, un jurado de adolescentes que tendrá que determinar cuál ha sido la mejor década de la historia. Jugada maestra.
Me imagino la conversación en el despacho. Uno decía: «Sí, sí, todo esto está muy bien, pero ¿cómo hacemos para tener audiencia joven? Si lo dejamos así sólo van a vernos los carcas». Repuesta: «Ya está, metemos a gente joven de jurado para que ellos, que no han vivido el asunto y no saben de qué estamos hablando, valoren las décadas». Después de esto se fueron a celebrarlo al Casino de Torrelodones.
Cómo no, la productora que está trabajando en el formato es Gestmusic, que ahora mismo producen Mira quién baila o Al pie de la letra. Empiezo a pensar que los de Gestmusic son omnipotentes, como Dios, y omnipresentes. No se les resiste una. Entre sus logros están Operación triunfo y Allá tú, es decir, son los que contratan a Jesús Vázquez y los responsables de que haya triunfitos esparcidos en programas de otras cadenas, como en Al pie de la letra, que también es suyo.
Dos equipos, con la ayuda de un famoso, defenderán su década y tendrán que responder a preguntas sobre objetos curiosos de la época, política, sociedad, moda y, por supuesto, música. Un popurrí de cosas tremendo en el que Telecinco, claramente, aspira a ser la cadena de todos y para todos. Queda por concretar qué día piensan emitirlo. Eso es lo complicado, encontrar un hueco a semejante espectáculo.
Qué se juega en las tertulias políticas
Porque algo se juega, eso está claro, si no no se entiende que hoy dos medios tan opuestos como El País y El Mundo publiquen en sus ediciones digitales sendos (ya tenía ganas de usar esta palabra), reportajes sobre las tertulias políticas televisadas, reportajes enfocados desde puntos de vista muy distintos. Es como si intentasen neutralizarse mutuamente.
Mientras que en El País hacen un repaso del auge de los debates sobre política, publicitando sobre todo 59 segundos (La 1), pero mencionando también Madrid Opina, de Buruaga (Telemadrid), y 360 grados (Antena 3), para que no se diga. Los de El Mundo han preferido hacer un elogio de Veo El Mundo (Veo TV), qué coincidencia la del nombre. Unos no se mencionan a los otros pero leyendo los artículos bien podría haberse elaborado una lista de parecidos razonables, cosa poco adecuada en los autobombos.
Llama la atención que no se analicen los espacios de política de los magazines matinales, espacios muy vistos allá donde estén y creadores de opinión como los que más aunque, eso sí, destinados a un público menos selecto que los programas de este corte en el prime y en el late night. Tampoco aparece por ningún lado la Campos y su Mirada crítica, cosa que le habrá dado una rabia inmensa.
En general, todos los espacios consideran importante estar en contacto con la actualidad y mantienen como imprescindible el llevar a figuras destacadas para los debates. La presencia activa de la sociedad civil, como ellos dicen, está presente en la mayoría de los espacios. La fórmula, dicen en El País, tiene una vitalidad que no se conocía desde los tiempos de La clave (programa que presentó José Luis Balbín en La 2 entre 1976 y 1985). Me resulta ofensivo comparar La clave con los circos que vemos ahora porque las dificultades de información que había entonces no tienen nada que ver con las que hay ahora pero, claro, una comparación así prestigia a cualquiera.
Se describe estos espacios como imprescindibles para un sector de la población interesado en política. Pues bien, a mí siempre me ha interesado la política pero no termino de engancharme a ninguno de estos espacios. A menudo me pregunto por qué los políticos que participan en ellos trabajan más en el programa que en el Congreso o en el Senado. Intento comprender qué lleva a un periodista de pro a enzarzarse en discusiones dogmáticas y bizantinas. No acabo de entender que la presencia de gente como Zaplana sea un revulsivo para nada. Y, en fin, me parecen que son otro elemento más de ficción, por mucho que quieran presumir de llevar en vena el pulso de la calle.
La solvencia de algunas series clásicas
Leyendo este artículo de El País me he acordado de Lidia, que el otro día me comentaba que estuvo viendo Enredo (Soap) a las tantas de la mañana. Y parece que no fue la única. Por lo visto a determinadas horas las series clásicas, aunque no todas, son una excelente apuesta para las cadenas porque dan audiencias más que potables a cambio de importes poco elevados.
Con un perfil de audiencia muy cercano al del target comercial que comentábamos el otro día, series del año de la polca como Pipi Calzaslargas, Galáctica, estrella de combate, V o El príncipe de Bel-Air consiguen sentar frente a la tele a un buen montón de gente.
La nostalgia es un elemento con mucho tirón, pero además es que estas series no tienen la complejidad argumental de la mayoría de series actuales y no requieren un seguimiento exhaustivo. Es posible ver un capítulo de Juzgado de guardia sin necesidad de haber tenido que ver le serie entera.
Entre las que no triunfan se cita a Melrose Place, aquella ficción de los noventa llena de mala uva, y lo entiendo. Para empezar, no es una comedia. Cierto que V tampoco, pero el lado del culebrón entorpece un visionado esporádico y los capítulos son bastante más largos que los de una comedia de situación. Y qué caray, que la serie tuvo su momento y a mi me gustaba, pero no soporta un segundo visionado, en mi caso al menos.
Una que, según parece, aguanta el tirón es Verano Azul pero yo no me lo acabo de creer. Yo creo que con Verano azul pasa algo extraño. Es como una serie intocable y no se puede hablar mal de ella pero siendo realistas no creo que tenga sentido emitirla ahora, pero en este tipo de artículos sale una y otra vez. Eso sí, ninguna cadena se ha atrevido a programarla.
En cualquier caso, es cuestión de horarios, me parece a mí, porque hace un año Televisión Española creó un contenedor de serie clásicas para los viernes por la noche en el que prometían Las chicas de oro, Alf, Aquellos marvillosos años…, y la idea les duró un par de semanas. Después tuvieron que cancelar el experimento porque en prime time nadie se enganchó al asunto. Quizá si hubieran emitido las series de madrugada, como hace Cuatro, estarían haciendo palmas con las orejas por los fantásticos datos de audiencia.
Ulises se va a hacer las américas
Aquí estamos todos creyéndonos que El síndrome de Ulises se ha terminado (aunque en los comentarios de la entrada en la que hablábamos de la cancelación de la serie hay gente que dice que la cosa continúa), y la serie hace las maletas y se va a Estados Unidos porque el formato ha sido comprado por la Fox.
Mucho pontificamos desde aquí sobre la calidad de las series nacionales, sobre lo que nos gustaría que la ficción patria fuese mejor, pero lo cierto es que hay ideas de series que han cruzado fronteras, como este caso de Ulises, y por las que yo jamás habría apostado. No porque me parezcan malas o buenas, sino simplemente porque no me gustan, que es diferente.
Pensándolo fríamente, El síndrome de Ulises puede tener un público potencial en Estados Unidos, como puede tenerlo Aída, por ejemplo. Las series costumbristas tienen algo de universal que puede hacerles encajar bien en muchos mercados y si algo tiene de bueno la televisión americana es que su mercado es amplísimo y su target inmenso.
De hecho, aquí han triunfado cosas llegadas de otras televisiones que tienen un marcado carácter local y que, a pesar de eso, han encontrado una audiencia que se ha rendido a sus pies. Os dejo un ejemplo en homenaje a tiempos pasados.
En La tele que me parió: Adiós a El síndrome de Ulises
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