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’21 días sin comer’
Reconozco que me dispuse a ver el reportaje de Samantha Villar con prejuicios. El tema de los transtornos alimenticios me parecía muy grave para que se tratase como un ejercicio de investigación sin más y tenía mis dudas acerca del tratamiento y el enfoque del programa. Temía que se cayese en la simplificación, en el morbo, en el diagnóstico superficial y que recrease los tópicos comunes de unas enfermedades tan terribles. Me equivoqué.
Quizá mi predisposición a esperar tan poco hizo que 21 días sin comer me pareciese mejor de lo que fue (ya diréis vosotros qué os pareció), pero lo cierto es que en su conjunto se hizo un análisis completo de unas enfermedades terriblemente complejas mostrando realidades muy distintas. Me impresionaron las imágenes de los protagonistas del reportaje comiendo, con esas caras de suplicio. Comer es un acto social y se identifica con momentos agradables, de diversión, pero ver esos duelos personales tratados con tanto cuidado, destacando la soledad frente a la comida, me resultó terrible y agradezco la sencillez de la edición. La actitud de Samantha Villar fue perfecta en todo momento, sin juzgar a los enfermos y a las enfermas, y aunque el reportaje buscó una conclusión feliz con el caso de una chica que estaba terminando su proceso de curación, lo cierto es que quedó en el aire cierto regusto a fracaso reflejado en las caras de esos hombres y mujeres que siguen enfermos después de años.
Lo que menos me gustó fueron los monólogos de Samantha Villar frente a la cámara relatando su experiencia de ayuno pero eran necesarios y son la columna vertebral del programa. En sus palabras identifiqué ciertas instrucciones, un repaso demasiado concreto a los aspectos de la salud. Seguramente me equivoque pero frente a la naturalidad del resto de testimonios, el suyo era el único que parecía seguir un guión. De todas formas, esto no empañó el resto del espacio. Un tratamiento sencillo pero directo a la raíz de unas enfermedades incomprensibles para la sociedad y que conllevan consecuencias física, psicológicas y sociales. Creo que transmitieron a la perfección el calvario y me alegro de que tuviera tan buenos datos de audiencia (más de dos millones de espectadores). A veces no es necesario un tratamiento morboso para interesar al espectador. En esta cuenta de YouTube podéis ver el programa completo.
El último viaje de ‘El turista suicida’
Aún no me he recuperado del impacto que me produjo anoche El turista suicida, el documental que emitió Cuatro a las doce y media de la noche sobre el derecho a decidir sobre la propia muerte. Impresionante es decir poco. Es un documental absolutamente sencillo, sincero, con una realidad nada adornada con efectismos, sin dramatismos, que se nutre de una realidad que ya de por sí es escalofriante.
El director canadiense John Zaritsky crea la guía de acompañamiento a Craig Ewert y su esposa en el proceso que les lleva a un apartamento alquilado en Zurich a nombre de Dignitas (una ONG que ayuda en determinados casos de suicidio asistido), donde ingiere el sedante recetado por un médico y muere. En el documental se nos muestra la determinación de Ewert, su extrema lucidez, el proceso vital que acompaña su muerte, el papel de su familia, la postura de la Iglesia, se habla de la experiencia de Dignitas, de los problemas que están teniendo con la ley suiza y de todo un contexto que, a pesar de lo que pueda parecer, sigue dificultando que la gente pueda morir según su decisión.
Sobrecogedor es decir poco. Lo que más me impresionó es que el caso deja en evidencia que lo que quizá tendría que ser un derecho está aún al alcance de muy pocos. Las barreras económicas y el idioma situan la experiencia de Dignitas como una posibilidad remota para el común de los mortales, pero incluso teniendo los medios suficientes el último viaje se tiñe de clandestinidad y está criminalizado, complicando aún más si cabe una situación ya de por sí muy compleja.
El documental es de 2007 y los de Cuatro lo trajeron a colación por el caso Eluana. En estos casos siempre me parece una pena que para este tipo de contenidos se reserven las altas horas de la noche pero, por otro lado, entiendo que no puede ser de otra manera y menos con un documental como El turista suicida, en el que no hay lugar a concesiones morales que harían más viable su emisión a horas menos intempestivas. Ojos que no ven, corazón que no siente.
’21 días’ refina el estilo de ‘Callejeros’
Con 21 días Cuatro inauguró anoche una forma amable de hacer un reality mezclado con Callejeros. Samantha Villar, la reportera que vive en carne propia los temas que investiga, se acerca a los protagonistas (pactados), de los temas con amabilidad, sin la agresividad de Callejeros, y haciéndose las mismas preguntas que cualquiera podría hacerse. No busca la anécdota, al contrario, la esencia del reportaje es contar lo cotidiano.
No me creo la premisa de «No es lo mismo contarlo que vivirlo». Un cámara de televisión es un escudo fantástico la mayor parte de las veces y pretender hacernos creer que esto es algo más que televisión pues a mí no me cuela. Independientemente de esto, hay que reconocer que el reportaje, por lo menos el de anoche, dedicado a la indigencia, da voz a las personas con las que la periodista convivió de una forma tranquila, serena, y es de agradecer. Yo habría preferido una mirada más neutral, menos intervencionista, pero entonces no sería un reality.
El programa está hecho con tino, los protagonistas están muy bien escogidos (se nota que hay una buena producción detrás), y cada uno cuenta una forma de vivir su realidad. La realización es serena, sin artificios, cosa que sirve para reforzar el discurso pero que de cara al espectador se recibe como amable, agradable. Tiene un buen ritmo, planos muy medidos e historias duras, mucho, pero sin morbo añadido. La banda sonora también me ha gustado mucho.
Creo que el programa puede funcionar porque devuelve al espectador, cómodo en su casa, su propia mirada y eso suele ser efectivo. Sería un éxito que 21 días se asentase porque han recurrido, para componer el mosaico, a personas que no son carne de zapping, como hacen en Callejeros. Me sobraron las lágrimas, no creo que fuera necesario exponerse a dormir sola y que llorase después de un susto que le dieron, pero es lógico que lo incluyeran.
Desde mi punto de vista muchas de las frases que se dijeron son obviedades, pero entiendo que pueden tener efecto en la audiencia así que puede decirse que con 21 días han dado en el clavo. Han conseguido un buen híbrido entre Callejeros y Diario de…, con la presencia activa de la periodista pero sin la valoración constante y el cuestionamiento que suele hacer Mercedes Milá en su espacio. En esta cuenta de YouTube podéis encontrar el programa entero (en siete fragmentos), por si os apetece echarle un vistazo.
Gonzo vuelve con ‘Franco: Operación caídos’
Si la contraprogramación no lo impide, mañana a las doce de la noche Antena 3 emitirá el nuevo reportaje de Gonzo titulado Franco: Operación caídos, que tiene todos los números para venir a escandalizar al personal. De buenas a primeras parece que el reportaje dará luz a las fosas comunes en el Valle de los Caídos y aseguran que han encontrado un documento que certifica que ahí están enterrados los ocho fusilados de Ávila cuya exhumación paralizó la Audiencia Nacional.
Tengo ganas de verlo. El reportaje que inauguró la serie y que se emitió en diciembre sobre Sanz-Briz me gustó, aunque me pareció que se repetían demasiado ciertas imágenes demasiado desagradables. Ahora lo entiendo. En principio el reportaje sobre el Valle de los Caídos tenía que abrir la serie pero los hallazgos les hicieron retrasar el estreno y emitir el otro en su lugar, así que quizá por esto aquel se terminó con ciertas prisas.
No deja de parecerme chocante que estos reportajes se emitan en Antena 3, que tiene fama ganada de ser de centro, pero la pena sin lugar a dudas es el horario, intempestivo a más no poder. Menos da una piedra. En cierta forma me parece que es una pena que este tipo de reportajes se pierdan en la noche de los tiempos merced a una programación poco audaz, por decirlo de alguna manera (cualquier otro espacio de la cadena tiene más promoción). Pero lo cierto es que no creo que haya muchas cadenas nacionales dispuestas a emitir este tipo de contenidos en su prime time. La suerte es que Antena 3 tiene una deuda con Gonzo por El método Gonzo porque, si no, dudo mucho que una serie de investigaciones de este tipo hubiesen podido ver la luz de otra manera.
Nos queda mucho por avanzar. En general, la televisión abandera lo políticamente correcto en unos temas y, en cambio, trata sin vergüenza y con muy poco rigor otros aspectos de incidencia social, como los malos tratos. No digo yo que tengan que posicionarse o que opinar respecto a temas controvertidos de nuestra historia, no pido tanto y para eso tenemos la confrontación de opiniones. Lo que echo de menos es que ese tipo de debates se sigan llevando a espacios poco apropiados, en lugar de crear foros a tal efecto. Parece que esté reportaje abrirá unas heridas y cerrará otras. Yo, mientras den información contrastada y veraz, me conformo.
Cine a porrillo en la ‘Semana de los Goya’
La idea me parece buena, pero con reservas. El día de Obama intenté ver W., la peli de Oliver Stone que emitieron en La 2, y terminé harta por culpa de los constantes cortes publicitarios así que ésta es mi pega, cine sí, pero en emisiones de calidad.
Dicho esto, el repaso que van a hacer del cine patrio me parece algo irregular, pero qué le vamos a hacer, es lo que hay. Desde mañana hasta al 1 de febrero van a emitir nueve largometrajes y la semana culminará con la Gala, que presenta este año Carmen Machi, tomando el relevo de Corbacho. El listado de películas queda así:
- 24 de enero en La 1, Cha, cha, cha, de Antonio del Real (1998). Una comedia que a mí no me gustó demasiado.
- 23 de enero en La 2, dentro de Versión española, Remake, de Roger Gual (2006). Ésta tengo muchas ganas de verla. Gual es uno de los directores de Smoking Room, una de mis películas fetiche.
- 25 de enero en La 1, Carmen, de Vicente Aranda (2003). No la he visto. No me llevo demasiado bien con las pelis de Aranda, algunas me gustan mucho y otras nada. En este caso decidí abstenerme.
- 28 de enero en La 2, 800 balas, de Álex de la Iglesia (2002). No la he visto pero he escuchado opiniones para todos los gustos.
- 29 de enero en La 1, El Próximo oriente, de Fernando Colomo (2006). Otra comedia. Maldita la hora en la que la vi. Esperaba mucho más de Colomo. La película discurre por caminos muy trillados y por lugares que, de tan comunes, son vulgares.
- 30 de enero, en La 2 (Versión española), El refugio del mal, de Félix Cábez (2002), y El coche a pedales, de Ramón Barea (2004). No he visto ninguna de las dos. Si alguien puede dar referencias se lo agradeceré mucho.
- 31 de enero en La 1, ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?, de Manuel Gómez Pereira (1993). Otra comedia. Ésta me parece más redonda que otras y las interpretaciones son buenas. Goya en 1994 a Rosa María Sardá como mejor actriz de reparto y a la banda sonora de Manolo Tena.
- 1 de febrero en La 1, después de la Gala, El milagro de P. Tinto, de Javier Fésser (1998). Será la enésima vez que la emitan.
¿No os extraña nada? ¿Os habéis fijado en los años de producción de las películas? Vamos, hombre. Televisión Española se congratula por el esfuerzo realizado en esta programación pero yo echo de menos películas más recientes, sobre todo en el horario estelar de La 1. La programación de La 2 me parece bastante ajustada a la filosofía de la cadena pero la de La 1 me parece un alarde de falta de imaginación y de ganas de invertir verdaderamente en el cine patrio. Qué se le va a hacer, así cubren el expediente y todos tan contentos.
Y una cosa más. ¿Dónde están los cortometrajes? ¿Y los documentales? Que también son cine, ¿eh? Que parece que cuando hablamos de cine nos quedamos en los taquillazos. Entiendo que La 1 necesite emitir cosas que le den audiencia pero para eso tenemos La 2, ¿no? Qué poco habría costado (en tiempo y en dinero), dedicarle un espacio a los cortometrajes. También tienen contenedores de documentales que podrían haber servido para enmarcar producciones premiadas otros años.
Claro, todo esto habría sido posible si Televisión Española hubiera tenido verdadero interés por el cine pero no, como decía antes, ellos buscan cumplir la cuota. Una pena.
21 días, reportajes en carne propia para Cuatro
Cuatro ha dado el pistoletazo de salida a un nuevo formato, 21 días, producido por BocaBoca y presentado por Samantha Villar, que se estrenará el próximo viernes 30 de enero y que tiene como característica esencial la implicación «real» de la reportera en las historias que cuenta. Tal y como lo plantean, la reportera no será la mirada objetiva, sino que será parte implicada en las historias porque para contarlas vivirá las situaciones límite.
21 días se suma a la oferta de los viernes y está a medio camino de lo que nos ofrecen a día de hoy, entre los programas de coach y los reportajes de Callejeros. Un paso más al reality, esta vez en forma de docu-reality, que con periodicidad mensual tratará aspectos de relevancia social como las drogas, los trastornos alimenticios o la indigencia. No puedo evitar acordarme de Super Size Me, la película documental del tipo que decidió demostrar en su propio cuerpo los peligros de la comida basura.
Pero volviendo a 21 días, la promo nos presenta a una reportera muy neutra y la imagen casi parece de ficha policial. Es de suponer que los programas, o su mayoría, ya estarán grabados porque si no se puede perder algo del efecto por el reconocimiento. También es de suponer que las cámaras le seguirán de lejos porque si no la supuesta experiencia vital queda un poco en duda, a lo Pekín Express.
Entiendo la intención del programa y la motivación pero me parece algo arriesgado decir que se transmite una verdad sólo por el hecho de que una reportera la haya vivido en carne propia, aunque ya sabemos que esto es televisión. El juego está en entrar o no en la historia. Yo aún no tengo claro si me dejaré engañar por el planteamiento, para eso tengo que ver el programa, pero sí es cierto que de buenas a primeras no soy muy receptiva a este tipo de historias artificiales que se montan para, supuestamente, transmitir una realidad. La diferencia la marca muy bien el título del programa: la reportera sabe que sólo pasará 21 días en esa situación y esto ya es suficiente para que su historia, sus impresiones, no sean reales. En unas semanas saldré de dudas.








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