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‘360 grados’: el giro de Samanta Villar y de Cuatro
El título es aún provisional, 360 grados, pero parece que se confirma que el nuevo programa de reportajes de Samanta Villar en Cuatro tendrá como objetivo mostrar el lado más personal de personajes relevantes del momento. Dicen que ha estado grabando a Francisco Rivera y sí, es cierto, es un personaje muy relevante (ironía off). ¿Quién más estará incluido en la lista de invitados del programa? Aventuraré posibilidades: ¿algún científico que esté realizando avances en la lucha contra el cáncer? No sé, quizá sea más propio seguir a un cirujano plástico, por ejemplo, más impactante. ¿Acompañar al ganador del premio Planeta? No sé si a los de Antena 3 les haría mucha gracia. Cualquiera que salga en una revista del corazón parece tener posibilidades.
No es por ponerme exquisita pero me da que Cuatro intenta hacer su perfil de famosos siguiendo la estela de lo chic. Un tratamiento cuidado, respetuoso, humanizado, pero famosos al fin y al cabo. Ahí tenemos Tu vista favorita, el programa que presenta Nuria Roca en el que personajes conocidos presentan su lugar preferido. Todo es muy estético en este programa y, para mi gusto, peca de excesiva frialdad, pero es un ejemplo de cómo presentar al personaje conocido en un contexto distinto, alejado del acoso rutinario y de las preguntas incómodas. Parece ser que pillaron al equipo de Samanta Villar grabando una de las corridas de toros de Francisco Rivera y eso me recuerda al «Desmontando a Paquirrín» de Sé lo que hicisteis…, aunque sin señor que huele a vino.
Ni se me ocurre insinuar que esta tendencia al cuidado del personaje conocido tenga nada que ver con la fusión con Telecinco, qué va, seguro que no. No y no, yo no he dicho tal cosa. Puede que la piense, pero no la he dicho. Como estrategia no está mal, ¿verdad? Mientras en un sitio destruyen una imagen, en el otro la recomponen en una suerte de comensalismo televisivo. Quizá este toque elitista le siente bien a Cuatro porque sus anteriores intentos de jugar con los personajes no les salieron demasiado bien. La videoteca de la cadena está llena de espacios que no llegaron a consolidarse en la sobremesa, por ejemplo, y que seguían la tónica del reporterismo histérico.
Los famosos en Cuatro han probado suerte en espacios tan diferentes como Saturday Night Live o Nos pierde la fama; triunfan en las entrevistas promocionales de El hormiguero pero aquí se habla poco de la persona que hay tras el personaje; y tuvieron sus tiempos de gloria en Password pero el concurso anda de capa caída. En líneas generales estos son los intentos que ha hecho Cuatro en su tratamiento del famoseo. Realmente sólo les queda un formato más personal como éste 360 grados para intentar meter la cabeza en un universo tan jugoso y tan rentable en audiencias para otros. ¿Qué pensáis? ¿A la enésima irá la vencida? Yo creo que Samanta Villar es un gancho inigualable y que si continua en su estilo de aportar su supuesto punto de vista puede dar la sensación de que es el espectador el que está junto al personaje conocido y eso, indudablemente, da muchos puntos. Si es así no creo que se convierta en mi espacio favorito pero tiene números para ser un éxito.
‘El hormiguero’: incendios y bombas
Hoy voy con un chascarrillo de El hormiguero. No sé a ciencia cierta, nunca mejor dicho, si es verdad porque sólo he encontrado la noticia en El Mundo pero el asunto me ha hecho cierta gracia, creo que podría llegar a convertirse en una magnífica leyenda urbana y aquí os lo traigo, para que luego no digáis que no os cuento cosas con chicha.
Érase que se era el programa seiscientos de El hormiguero al que tenía que ir a divertirse Elsa Pataky, pero como tuvo problemas con el vuelo apareció por allí Peter Coyote. Yo creo que la Pataky ya se olía el percal, seguro. El programa del miércoles se emitió como si nada pero, según parece, los ensayos del experimento de Flipy terminaron como el rosario de la aurora, con un técnico del equipo científico ingresado en el hospital a causa de las heridas en un brazo que fueron provocadas por el estallido no intencionado de siete vasos.
El estallido de los vasos provocó además una llamarada considerable y el ruido del fracaso absoluto del experimento, similar al de una bomba, alertó a los cuerpos de seguridad del Estado, que ya estaban mosqueados porque el día anterior había habido una amenaza de bomba en las cercanías del plató, y se montó un despliegue de película que al final quedó en nada, sí, pero el susto debió de ser de órdago para todos.
Supongo que el experimento planteado tenía como objetivo ser especialmente espectacular por aquello de que era el programa seiscientos y ya hay quien cuestiona este tipo de contenidos en un programa de televisión. Si esto llega a pasarles en directo habría sido la bomba, nunca mejor dicho, equiparable al día aquel en el que Pablo Motos casi se ahoga en corchopán o a ese otro en el que le quemaron el pelo a Boris Izaguirre. Mi ignorancia en la materia me impide saber si los experimentos que hacen a diario son realmente peligrosos. Ellos dicen que sí, claro, pero es que siendo para un show televisivo sería absurdo que dijesen que lo suyo son juegos de niños. Lo cierto es que lo del miércoles, de ser verdad, se les fue de las manos.
Por suerte el asunto no pasa de ser una anécdota que ha trascendido más de la cuenta por toda la movida policial y, deseándole lo mejor al técnico científico que resultó herido, sí que pienso que a veces el espectáculo televisivo está por encima de demasiadas cosas. A estas alturas del partido en El hormiguero ya no pueden hacer experimentos con gaseosa porque la sección perdería credibilidad. En esto pasa como con el corazón: dicha una burrada, sólo vende otra burrada de mayor calibre con lo que el crecimiento exponencial del tema termina llegando a cotas demasiado elevadas. Si todos los invitados fueran como Will Smith cualquier experimento resultaría porque la reacción del invitado es casi tan importante como lo que se demuestra, pero eso es algo que no pueden controlar. Hay gente menos divertida que otra, qué se le va a hacer. Pero si además tampoco pueden controlar los experimentos, apaga y vámonos. Sea como fuere, no me gustaría estar en el equipo científico del programa porque entre la presión por mejorar la calidad del show, el peligro inherente a las propuestas y las posibilidades de un fracaso absoluto en directo, la presión no tiene que ser nada divertida.
‘Frank de la jungla’, perdida por la primera impresión
No puedo decir mucho de Frank de la jungla (Cuatro), sólo que lo vi cinco minutos y me provocó tal rechazo que opté por ver unos episodios que tenía grabados de Cinco hermanos. Desde que hice la huelga y gracias a vuestros consejos ya no me martirizo ni me sacrifico por el blog. El blog pierde y yo gano. O perdemos los dos, o ganamos los dos, a saber. El caso es que quería conocer vuestra opinión respecto al programa.
Por lo que he leído no vi nada de lo verdaderamente impactante, ni la cueva llena de porquería ni el ataque del cocodrilo. Tampoco asistí a la explosión de carácter de Frank ni a sus retahílas de insultos. En los pocos minutos que vi Frank se jactaba de ser un flautista de Hamelin, se reía de la comida que le daban y se comportaba como un aventurero del siglo XIX, tipo misionero. Para mí fue más que suficiente. Tengo especial rechazo por esas actitudes etnocéntricas. De hecho, me acordé del episodio de la temporada pasada de Pekín Express en el que unos concursantes le pagaban de menos a un taxista y se reían de él. Aquello también me tocó bastante las narices.
Respecto al formato, y pese a haber visto pocos minutos, me di cuenta de cómo la voz del reportero estaba constantemente presente y de cómo se hacía también protagonista al cámara, al que le cantaron el cumpleaños feliz. Me resultó una mezcla indigesta entre el reporterismo con ansias de protagonismo típico de la productora (Molinos de papel), y los realities con protagonistas chalados que hacen de su capa un sayo y que convierten su personalidad en gancho, poniendo en primer término lo más irreverente. Todo me pareció una función. De hecho, Frank se consagró a sí mismo como un muy buen actor diciendo que era capaz de fingir que aquella comida asquerosa estaba buena.
Leo que Álvaro, que sí vio el programa, ha tenido una percepción parecida a la mía pero la explica con fundamento y con argumentos. Lo mío sólo es una primera impresión, seguramente equivocada y orientada por mis prejuicios. También comparto con él la idea de que el programa tendrá éxito y me he acordado del presentador de Malas pulgas, otro programa adaptado con un protagonista no demasiado amable. Parece que estos caracteres asalvajados van ganando puntos frente a otros perfiles más serenos, o eso les gustaría. Yo sigo prefiriendo el toque zen de César Millán, por citar algún ejemplo.
A pesar de esto, estoy dispuesta a ver el programa la semana que viene si me decís que merece la pena, no se me caen los anillos por rectificar. Me dolerá dejar de ver al Follonero que, por cierto, no tuvo a Chuck Norris sino a un doble, pero a veces hay que hacer este tipo de cosas. De hecho, si me lo recomendáis estoy dispuesta a ver Frank de la jungla en PlayCuatro. Estoy en vuestras sabias manos.
’21 días’, el giro de la novedad
El 1 de octubre vuelve 21 días con la nueva reportera, Adela Úcar, y he estado viendo en la web del programa los avances de tres de los próximos programas: «21 días en el vertedero», «21 días viviendo con musulmanes» y «21 días bebiendo alcohol». Ha sido extraño porque ver los tres avances seguidos, uno detrás de otro, permite notar los diferentes matices de cada reportaje: el primero es muy duro, el segundo parece muy crítico y en el tercero no he podido evitar notar cierta frivolidad. Repasando los reportajes que hizo Samanta Villar podemos determinar el patrón del programa, que da una de cal y otra de arena. Estas variaciones son las que hicieron que en su momento el programa no me gustase al cien por cien, sólo algunas de las historias que se contaron.
A primera vista Adela Úcar parece una persona más cercana, más empática y más espontánea que Samanta Villar, o al menos eso es lo que demuestra en esos vídeos. No digo que sea ni bueno ni malo, pero sí que es distinto. Samanta Villar tendía más a la indignación y parece que Adela Úcar se va a dejar llevar más por otro tipo de emociones. A veces resulta racional, otras profundamente sentimental. En general, el personaje parece más variable en función de los espacios, como si se adaptase de otra manera al conjunto de realidades en las que se intenta involucrar.
Me ha llamado mucho la atención que en los dos primeros avances Adela Úcar confiesa la dificultad de ponerse en la piel de esas personas con las que está, desmontando un poco ese tagline de «no es lo mismo contarlo que vivirlo». Me ha sorprendido esta franqueza con la que abordar los temas pero, viendo los avances completos, da la sensación de que Adela Úcar va a ser más directa en los reportajes y que no va a pasar por alto los puntos de vista mayoritarios. Al contrario, los va a utilizar, y hasta parece que más de lo que en su momento los utilizó Samanta Villar, que en eso siempre me pareció menos directa y más comedida.
Así, en líneas generales parece que el programa no va a cambiar mucho: la forma es la misma, el mensaje basado en las opiniones mayoritarias también, quizá cambie la manera de personalizar los acontecimientos. No obstante, un cambio de cara es más que suficiente para darle un nuevo aire. Samanta Villar tenía muchos seguidores, tantos como detractores. Me da la impresión de que Adela Úcar caerá un poco mejor en líneas generales aunque termine haciendo lo mismo que su predecesora. Yo espero poder salvar algunos reportajes como me pasó en el caso de Samanta Villar. El resto es cosa de la audiencia.
‘Los pilares de la tierra’, ni sí ni no
Antes que nada, mi enhorabuena a Cuatro por la gestión que hicieron de la publicidad en la emisión de Los pilares de la tierra. Apenas algún que otro parón intercalado (bien intercalado), y una pausa más larga, de unos diez minutos, antes de las doce de la noche. Estaba claro que esto no iba a ser como ver una serie en La 1 pero podría haber sido mucho peor (a los antecedentes me remito).
También quiero decir que no he leído la novela de Ken Follett (sí, soy de esas), así que mis reflexiones van a ser únicamente televisivas pero sois libres en los comentarios de dejar vuestras apreciaciones comparando el libro con la serie, si gustáis. Tuve en la universidad una asignatura de literatura comparada y me gustaba, pena que de los libros que yo he leído no se hagan series muy a menudo. Eso sí, no me pidáis que me ponga ahora con el tocho, que tengo muchos libros en cola.
Respecto a la serie en sí o, mejor dicho, respecto a los episodios de ayer (emitieron dos y la serie se compone de ocho), tengo que decir una cosa buena y otra mala. La buena: la excelente presentación de personajes y el ritmo narrativo sostenido. La mala: la falta de intensidad total, para mi gusto, que se traslucía en una frialdad excesiva. Quizá es que la abundancia de tópicos (amor, ambición, venganza, poder…), dificulta darle un tono general a la producción pero me acuerdo de clásicos como El nombre de la rosa (novela leída y película vista), y me parece que no hay color.
Los pilares de la tierra es exigente con el espectador, aunque no demasiado. Los espacios son demasiado sobrios y no llegan a convertirse en un personaje más. Los actores están bien pero sus papeles son muy estereotipados, demasiado planos para mi gusto. La historia es interesante, claro, pero nada que no se haya contado en otras ocasiones y, pese a ser una narración histórica, se queda en detalles muy superficiales. Estuve entretenida, sí, pero no me han quedado las ganas de saber más, como sí me pasa con Los Tudor, por ejemplo. El tema de la religión (la contraposición entre la fe y la Iglesia como institución), creo que podría dar más de sí, ser más apasionado.
En fin, que esta sensación destemplada es lo que me ha quedado de anoche. Eso y que los hijos de Tom, el albañil, son repelentes cada uno en su estilo: la niña porque parece una «happy flower» y el chaval porque odia sin remedio. Lo que decía, no hay términos medios.
Y por cierto, que anoche hice doblete en Cuatro, algo que no hacía desde tiempos inmemoriales, y también vi a Fernando Alonso en El hormiguero. ¿Me lo parece a mí o Pablo Motos estuvo comedido? Soy «talifan» de Alonso así que a ver qué decís. Anoche estuvo genial.
‘La isla de los nominados’, expulsada de la parrilla
Yo soy de las que cree que cuando desaparece un programa de humor, muere un gatito. La tele en particular y la sociedad en general necesitan de espacios aptos para la risa, sin tensiones y con mensajes implícitos que nos ayuden a reinterpretar lo que nos sucede en el día a día. Desde este punto de vista la cancelación de La isla de los nominados me parece una mala noticia, aunque la serie nunca llegó a engancharme.
Durante el verano la serie tuvo su público y se ganó el derecho a competir en temporada regular pero tras una semana con cambio de horario y audiencias que ni los documentales de La 2, la serie pasa a mejor vida. Llamadme mal pensada pero programar una tira de estas características a las nueve de la noche, compitiendo con informativos, más que una apuesta arriesgada es una jugarreta. ¿Podríamos pensar que los de Cuatro lo han hecho a cosa hecha? Porque mira que había posibilidades. Hasta antes de las noticias habría tenido un poco más de aire.
De todas formas la ficción de Guridi presentaba para mí dos problemas a considerar. Por un lado, usaba un humor heterogéneo que cambiaba en función del personaje protagonista. Es algo audaz, quizá demasiado, porque los espectadores nunca sabíamos qué íbamos a ver y es importante tener en consideración la fuerza de las expectativas y la diferencia de gustos en cuanto al humor. Por otro lado, los elementos del reality estaban cogidos al gusto y sin respetar las dinámicas internas de un formato que, nos guste más o menos, todos conocemos, debilitando el aspecto de la verosimilitud. Escoger como trasfondo un reality show es algo que tiene que hacerse con todas las consecuencias si no pasa de ser algo muy interesante a convertirse en un mal reflejo, y creo que eso es peligroso. Permitidme que cite como ejemplo universal de la ficción en el reality la inconmensurable Dead set. Ya sé que no tienen nada que ver, pero el contexto es el mismo.
Para mí estos han sido los principales problemas de La isla de los nominados porque, por lo demás, había verdadero oro en el equipo empezando por Guridi, pasando por los guionistas y terminando en los actores. En el grupo hay talento de sobra y conocimientos profundos del funcionamiento de la tele pero el éxito es complejo y nunca se sabe qué puede pasar. A su favor hay que decir que arriesgaron con la idea, plantearon un formato novedoso en muchos aspectos y han sido consecuentes hasta el final, cosa que es de agradecer.
Espero que la tele no dé la espalda a Guridi y compañía después de esto. Mi propuesta es que se asomen a la TDT, donde se están haciendo apuestas más arriesgadas y con más libertad de movimientos. En cualquier caso siempre les quedará el cine pero entonces no podría hablar de ellos en este blog.








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