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Un ‘Quién sabe dónde’ para Cuatro
Si hay un programa mítico en la tele de los noventa es Quién sabe dónde, que catapultó a la fama a Paco Lobatón pese a que fue un presentador sustituto (la primera temporada la presentó Ernesto Sáenz de Buruaga). Dicen que resolvieron el 70% de los 2.750 casos planteados y que el 24 de marzo de 1993, coincidiendo con el caso de «Las niñas de Alcàsser», tuvieron 9.085.000 espectadores y un 54,0% de share. Dejando de lado la labor social del programa y su bandera para legitimarse como servicio público, fue una de las primeras muestras de morbo puro y duro de la tele nacional, aunque elegante y sobrio comparado con los tiempos que corren hoy en día.
Ahora Cuatro quiere recuperar aquella tradición y ha comprado el formato holandés Spoorloos Verdwenwn, que aquí se llamará Perdidos sin rastro y que producirá la cadena junto a Cuarzo Producciones (sí, la productora de Ana Rosa), que también produce para Telecinco Rojo y Negro, para que os hagáis una idea de por dónde pueden ir los tiros.
Se trata de buscar a desaparecidos, claro, por todo el mundo, a través de corresponsales y demás, para terminar con el emotivo encuentro o con el fracaso absoluto, según sea el resultado. Nada demasiado nuevo pero que le viene a Cuatro como anillo al dedo para los viernes por la noche, cuando tienen cabida en su parrilla esos espacios de ayuda al prójimo que tan bien les funcionan. En este caso, podremos conocer a fondo las rencillas familiares y demás información mientros ellos andan buscando pistas por ahí. Veremos en qué termina esto pero a mí me huele a éxito de audiencia, a no ser que lo presenten Núria Roca, Josep Lobató o cualquier otro con gafe asegurado.
Paco Lobatón y Quién sabe dónde
No recuerdo un programa con más impacto social que éste en la década de los noventa. La maestría de Lobatón en la conducción del programa (quién sabe dónde estará este hombre), su tranquilidad y su aplomo en las situaciones más espeluznantes, los casos de las desapariciones que unieron a media España en la búsqueda de la otra media.
El programa fue un acierto de TVE y plantó cara a las emisiones de las emergentes cadenas privadas haciendo bandera del concepto de la solidaridad. El tratamiento humano de las desapariciones favorecía la identificación del espectador y en la web de TVE definen el programa como la primera gran experiencia de lo que después serían los reality show y en parte es así. Viendo ahora las imágenes me recuerda en cierta manera a lo que hoy conocemos como el infame Diario de Patricia. Como curiosidad, el primer presentador del programa y del que ya nadie se acuerda fue Ernesto Sáenz de Buruaga.
Este último vídeo me recuerda a mis tiempos de teleoperadora en los que más de una clienta (o cliente), se hicieron pasar por personas del sexo contrario para contratar o cancelar servicios de la empresa de telecomunicaciones para la que yo trabajaba. Tiene su lado divertido, claro, pero recuerdo el caso de una señora mayor que se hizo pasar por su hijo porque quería fraccionar una factura enorme en la que habían muchas llamadas de tarificación adicional. La mujer, haciéndose pasar por su hijo, me decía: «Es que mi madre se ha enganchado a los teléfonos del tarot esos». Una lástima. Por otro lado, ya no hay profesionales como los de antes. ¿Os imagináis a Torreiglesias o al policía de La 1 en una tesitura así?
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