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La batallita: insultos y policía judicial
Ya os comentaba el otro día que he tenido algún que otro problema por las opiniones que tanto yo como los lectores del blog depositamos por aquí. Nunca ha llegado la sangre al río, no os vayáis a creer, pero han pasado cosas surrealistas más de una vez.
Recuerdo, por ejemplo, a un tertuliano de la prensa rosa al que puse a caer de un burro una vez. El muy señor me la guardó y cuando se publicó una entrevista mía en otro medio aprovechó para dejar un comentario con su nombre y apellidos cuestionando mis principios porque había sido capaz de poner en duda su trabajo sin conocerle. Esto me hizo gracia, la verdad, y no hizo sino confirmar mis sospechas acerca de la catadura de este señor. Por cierto, que hace tiempo que no se sabe nada de él pero yo prometo que no le he mandado un mal de ojo.
Otra vez tuve que cortar un hilo de comentarios que se estaba convirtiendo en un foro de consultas y consejos sobre una enfermedad, a raíz de una crónica que hice de un programa. Dejé claro que recomendaba a la gente a ir al médico y borré los correos electrónicos para no alimentar una vía poco apropiada para resolver temas de esa índole.
Pero sin duda lo más fuerte me ocurrió con unos comentarios injuriosos que se publicaron en una entrada. Permitidme que no dé detalles pero es que una escarmienta de estas cosas. Al principio de tener el blog tuve cierta manga ancha con algunos comentarios. Luego los comentarios fueron subiendo de tono y os sorprenderíais de las cosas que he tenido que borrar. He llegado a banear IP’s porque hacían campaña diaria de acoso y derribo contra alguien, normalmente contra los personajes rosa más relevantes del momento.
Los comentarios en cuestión los dejé en su momento porque no me parecían nada demasiado grave al lado de, por ejemplo, acusaciones muy brutas sobre el consumo de drogas que se adjudicaban a ciertas personas. En este caso se hablaba mal de un equipo de gente que se hacía cargo de la sección de un programa, sí, se cuestionaba su profesionalidad, pero yo no le di mayor importancia. Craso error.
Primero recibí un correo electrónico del responsable del equipo de esa sección en el que me avisaba del comentario y me decía que la persona que lo había puesto estaba denunciada. Yo edité el comentario, borré las alusiones directas y le contesté al señor diciéndole que ya había eliminado lo peor. No fue suficiente. Me volvió a escribir exigiéndome que borrara el comentario. Como el comentario no era de un lector habitual y yo no tenía ganas de líos lo borré y me olvidé del asunto. O lo intenté.
A los pocos días escuché en el buzón de voz del fijo de casa un mensaje de una señora que, con voz trémula, se identificaba como aludida en otro comentario de ese hilo en el que la llamaban «la churrera» (os prometo que la señora dejó eso grabado en mi contestador), me decía que la policía judicial le había dado mi número y me pedía que borrase el comentario. Ahí me preocupé y me faltaron dedos para entrar en el panel de administración del blog y darle a eliminar comentario.
Así terminó aquella historia y nunca más supe de la churrera, su jefe ni del señor que iba dejando comentarios contra ellos allí donde podía. El programa sigue emitiéndose y diré, como pista anecdótica, que es de Telecinco. A decir verdad, los personajes de Telecinco son los que más odios levantan, a juzgar por los comentarios que tengo que borrar casi a diario.
Moraleja: la gente tiene tiempo libre para buscar en Google programas y poner a caldo al personal allí donde se pueda. Y no borres mañana lo que puedas borrar hoy, que nunca se sabe. A veces es difícil discernir qué puede ser hiriente o qué no. Obviamente, acusar a alguien de prostitución tiene como destino asegurado la papelera pero los hay inteligentes y sutiles, mucho, que lo ponen más difícil. Se me ha acusado de censura, claro, pero tengo a Mauro Entrialgo como mantra espiritual y me sirve para comprender la simpleza de este mundo tan complejo.
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