Antes que nada, voy a repetir las dos frases más memorables de Eurovisión: «Gracias, Andorra» y «las votaciones se sabían desde anteayer». Dicho esto, empiezo.
Si jubilaron a Uribarri fue por algo. A lo largo de la Gala de anoche el señor se ganó, gracias a la habilidad de poner motes de Jos, el sobrenombre de «Guarribarri», a este hombre le gustaban todas. Sus ansias de protagonismo molestaban con sus comentarios ridículos basados en estadísticas. Raffella Carrá no se entera de nada la mujer, pero al final tuvo su gracia porque le otorgaron el papel de diablo y supo callar las invectivas de algunos de sus tertulianos, sobre todo de Juan Adriansens (¿ein?), de Antonio Albert (¿cómo?) y tuvo de partenaire a Aitor Trigos (¿mande?). Lo que no consiguió fue que Boris Izaguirre (¡jar!), se bajase los pantalones. ¿Y dónde estaba congelado Fernandisco? ¿Y por qué Loles León sigue vistiendo de leopardo?
En fin, esto es como unas elecciones. Ahora los hay que dicen que esto ha sido un triunfo y los hay que dicen que ha sido un fracaso. De acuerdo, lo entiendo. Pero lo que no acabo de comprender es cómo Remedios Amaya (cero points), criticaba el Chiki-Chiki en La Noria. Ellos aprovecharon la coyuntura para poner a parir a La Sexta y a Televisión Española. Grande Jimmy Giménez Arnau que le dijo a la de la barca: «esta señora canta bien pero la canción era horrorosa». ¿Y qué hacía uno de D’Nash, vigésimos, criticando la canción en La 1?
Íñigo lo tenía claro: «Eurovisión es un programa de televisión» y el lunes habrá que ver las audiencias, que seguro que han sido inmensas. El rollo de lo del cantante «de verdad» ya está más que superado, sobre todo después de ver cómo anoche ganó un tipo que llevaba a un señor patinando y a otro haciendo el cabra con un Stradivarius. Los franceses llevaron a un coro de mujeres con barba postiza. Otros hicieron un espectáculo clown rarísimo. También había otros disfrazados de ángeles. En fin, que normales, lo que se dice cantantes normales, había muy pocos. Y Rodolfo cantó bien y hubo un momento en el que le crucificaron y todo, ¡ole sus huevos narices!
Yo ahora elevo una petición a las altas esferas y es: que dejen descansar a David Fernández. Intuyo que este puesto 16 es el bálsamo necesario para que Rodolfo perezca en extrañas circunstancias. Yo le echaré de menos, la verdad, pero creo que es más importante que recuperemos el genio de David Fernández para otros menesteres a los que esté llamado. Rodolfo, descansa en paz, hombre, que te lo has ganado. ¡Ah!, y David Fernández se merece un premio por su interpretación, que no ha perdido al personaje ni un momento.
Eurovisión mejora por momentos. La Gala del próximo sábado será presentada por Raffaella Carrá, un icono de la televisión nacional de los años noventa. Y luego dirán que el friqui es Rodolfo Chikilicuatre.
Parece que RTVE ha decidido convertir el Festival de Eurovisión en un programa manifiestamente casposo y eso es una buena noticia. La seriedad y la trascendencia de ediciones anteriores ya aburría, y mucho, porque era imposible no caer en la cuenta de la fachada del concurso. Tanto buen rollo y tal para terminar con votaciones partidistas y políticas que poco tenían que ver con la música.
Este año, por lo menos, nos estamos divirtiendo. Yo por lo menos me divierto. Están resultando imprevisibles, sin complejos, honestos. La carrera de Rodolfo terminará pronto pero prometo no cogerme un rebote de órdago por el asunto. Mientras tanto, espero con expectación la Gala del sábado y yo hace años que no me trago una Gala de estas características. Algo estarán haciendo bien, ¿no?
"La tele que me parió" es un blog sobre televisión, sobre cómo la vemos y sobre cómo la hacen. Sólo es televisión pero me gusta y aquí encontrarás una entrada diaria de mis delirios catódicos de espectadora irredenta.
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