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Lecciones de tele con Ana Obregón
Aún me estoy recuperando de la última entrevista que ha concedido Ana Obregón a un periódico serio (esto de la prensa seria lo dice ella, que declara que va a dar un vuelco a su carrera y que va a dejar atrás su etapa del corazón). Os preguntaréis por qué la he leído. Muy fácil: el titular era terriblemente atractivo. «En la televisión se ve el nivel cultural de todo un país», chúpate esa mandarina.
Mal vamos si cualquiera puede venir a evaluar el estado de salud de la televisión actual. Y digo cualquiera con todos mis respetos porque desde mi punto de vista el valor de las declaraciones de la Obregón sería equiparable a las ideas de cualquiera de nosotros, que nos dedicamos a comentar aquí las cosas pero con la diferencia de que ningún periódico serio elevaría a noticia nuestras palabras.
La Obregón habla de varias cosas: el cotilleo tiene menos audiencia y la gente prefiere ver series o documentales; tiene firmados proyectos en España y en Miami; la televisión es de lo menos afectado por la crisis, suerte que trabaja en ella; el 39% del share que hicieron con Ana y los siete ya no lo consigue nadie porque la audiencia está muy «repartida»; los capítulos de Hospital Central en los que ha salido han sido los más vistos; no cambiaría nada de Ellas y el sexo débil porque antes habría que cambiar la mentalidad española, era una serie muy feminista y otras series parecidas, como Sexo en Nueva York o Mujeres desesperadas, tampoco han triunfado en España.
Comparar su última serie con Sexo en Nueva York o con Mujeres desesperadas me parece de vergüenza, opinar que estas dos ficciones no han tenido éxito, también. Confundir popularidad, éxito y audiencia a ella le viene de perlas. Hablar de fragmentación de la audiencia y decir que está «repartida» es triste. Pero que crea que el nivel cultural de un país se mide por el éxito de su última serie me da vergüenza ajena. A ver si es verdad que trabaja en Miami y que se la quedan allí. Creo que esta señora no puede tener más pájaros en la cabeza.
Campaña Obregón en Telecinco
No sé qué pensará la gente de la tele acerca del intrusismo profesional pero lo cierto es que últimamente son recurrentes los shows, series y demás que tiran de la imagen de alguien conocido. Me pregunto qué pretenden conseguir con determinados fichajes. Audiencia, claro, pero ¿y la dignidad del producto? ¿Y su valoración general?
Rumores van, rumores vienen, acerca del posible fichaje de Ana Obregón en Hospital Central (Telecinco). Que si será un cameo, que si será algo más, que si se le ha visto cenando con Paolo Vasile (el jefazo). En Está pasando (Telecinco), han empezado a bombardear con imágenes de ella con un señor que, a la postre, también es italiano, y el resto de programas de la cadena se hacen eco. Son muchas coincidencias.
Para colmo, parece que la aparición en Hospital Central sería la antesala, test, banco de pruebas o laboratorio de un proyecto mayor: una serie completa para ella misma con su mecanismo (Ana y los siete «reloaded» o algo similar), así que en realidad la aparición en una de las ficciones de más éxito de la cadena no sería más que un eslabón en esa campaña de promoción interna que ha orquestado Telecinco que va desde los programas rosa a la ficción. A ver cuánto tarda en salir en el informativo de Piqueras. Y lo peor, su aparición en La Noria, visto todo esto, tampoco parece casual.
No puedo evitarlo, este tipo de artimañas me entristecen. Por mucho que ella diga, no es actriz, a pesar de que interprete a diario un papelón. Ya hemos llegado al punto, al menos se ha llegado a ese extremo en Telecinco, en el que el corazón se usa para vender un producto de ficción. Para mí, la cosa pasa de castaño oscuro.
Ya sé que no es culpa de la serie y, de hecho, he seguido Hospital Central de forma intermitente pero interesada. Ahora me encuentro en la tesitura del «hasta aquí hemos llegado». Puede ser injusto, lo sé, pero no soy yo la que utiliza medios externos a una ficción para promocionarla, es la propia cadena la que emplea estrategias ajenas a lo que una serie conlleva para hacer caja. Ante esto, mi rebelión y mi rechazo. Es un boicot pobre y una declaración de intenciones que no tendrá eco pero al menos me desahogo y me quedo tan a gusto.








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